La economía siempre es cíclica: después de unos años de bonanza vienen unos años de depresión. Después de la depresión, vuelve la bonanza. Es como aquel refrán que dice: "nunca llovió que no escampara", a lo que yo añado: "ni nunca escampó que no volviera a llover". En las bolsas de valores cotizan las expectativas futuras, por lo que es normal que anticipen en 6 meses aproximadamente lo que sucederá en la economía. De hecho, en la actual crisis las bolsas se dieron el primer batacazo en septiembre de 2007, anticipando lo que empezó a suceder a principios de 2008.
La secuencia de acontecimientos es bastante lógica: la gente necesita dinero para vivir; el dinero proviene principalmente de las nóminas que pagan las empresas a sus trabajadores; para que las empresas funcionen necesitan, entre otras cosas, financiación; la financiación se consigue en muchos casos mediante la bolsa de valores, que es el lugar en donde los inversores depositan su dinero a cambio de unos títulos cotizables.
En consecuencia: cuando no hay inversores, mejor dicho, cuando los inversores retiran su dinero de la bolsa, no hay dinero para las empresas. Cuando no hay dinero para las empresas no hay posibilidad de seguir creciendo. Cuando no hay crecimiento empresarial, se retrae el empleo. Cuando no hay empleo, no hay dinero para gastos. Cuando no hay dinero para gastos, las familias las pasan canutas. ¡¡ Esa es la crisis !!
¿A qué viene todo esto? La semana pasada el Sr. Obama tuvo un buen disgusto: perdió la mayoría en el Senado de EE.UU. y por ello tiene comprometido el poder aprobar las leyes que prometió en su programa. Fruto del consiguiente cabreo, al día siguiente dio una rueda de prensa y "rajó" contra los bancos, amenazándolos con medidas restrictivas a su operativa. Automáticamente cundió el pánico en los inversores y se produjo un batacazo monumental en los mercados de valores de EE.UU., que automáticamente se contagió a Europa, Asia... Al día siguiente, nuevo tortazo. Al tercer día, del otro lado. Unos días después, sale a la palestra nuevamente el Sr. Obama para tranquilizar y decir que las susodichas medidas no se tomarán inmediatamente, pero los inversores siguen desconfiando y ya sabemos que la desconfianza es la peor receta para las inversiones. Consecuencia de todo ello, la mayor bajada en las bolsas desde que estalló la crisis. Si me lo permiten, incluso peor: con más volatilidad.
Por todo ello, desde aquí quiero criticar la imprudencia de todo un presidente de los EE.UU. que no fue capaz a sopesar las consecuencias de su cabreo. No discuto yo que tenga razón en el fondo de la cuestión: es posible que haya que controlar los desmanes de la banca para evitar las alegrías del pasado que ahora padecemos, pero hay que ser más cautos a la hora de anunciar las cosas. Lo que no se puede hacer es rajar en público precisamente cuando parecía que ya comenzábamos a salir del foso, echando así por tierra todo lo ganado en tanto tiempo.
Mi consejo: antes de volver a descargar las iras internas en público, es conveniente darse un cabezazo contra la mesilla de noche. La gente no tenemos por qué padecer los problemas internos que Vd. tenga en su partido. Probablemente Vd. tenga razón en el fondo de la cuestión, pero fue inoportuno en el tiempo. Una vez consolidado el crecimiento, ya habrá tiempo para regular lo que haya que regular.