
Es muy fácil echar la culpa de nuestros problemas internos a la "gran crisis financiera internacional", pero lo cierto que es que nosotros teníamos -y tenemos- unos problemas internos sumamente graves que tarde o temprano iban a estallarnos en las manos. La crisis financiera lo único que hizo fue acelerar el problema y acentuar la caída al foso, pero nunca puede decirse que sea el "origen" de nuestra situación.
Vamos por partes: nuestro PIB (la riqueza del país) se sustentaba en varios pilares. El primero era la construcción, el segundo el turismo y el tercero un fuerte consumo interno por parte de las familias.
La construcción.- si tenemos en cuenta que en España en los últimos años se construyeron más vivienda que en toda Europa junta, no es de extrañar que este sector supusiera un importante impulso para nuestra economía. Con la mano de obra en España pasó lo mismo que en Suiza, Alemania... en la década de los 70. No había mano de obra suficiente para realizar tanto trabajo y, del mismo modo que hace años tuvimos que emigrar para "echar una mano" en aquellos paises, ahora tuvimos que echar mano de la inmigración para cubrir una demanda que no estaba suficientemente atendida por el mercado laboral nacional. Dato importante para no olvidar: hubo una entrada masiva de personal no cualificado (o con muy baja cualificación) que llegó a España para trabajar en la construcción.
El turismo.- por no sé cual extraña razón, el español dejó de optar a trabajar en este sector dejando el campo abierto a la entrada de extranjeros. Los hoteles contrataron a numerosas personas provenientes de latinoamérica para hacer las camas, servicios de limpieza, hostelería... Probablemente los españoles consideremos que esas tareas no se ajustaban a nuestro "estatus", o quizá haya habido un abuso de los empresarios tratando de encontrar mano de obra barata y esclava. Lo importante (ahora mismo) no son las razones, sino las consecuencias: otra gran oleada de personal poco o nada cualificado llegado desde el extranjero.
El consumo interno.- debido a nuestra euforia económica originada por el boom del ladrillo o por nuestra confianza ciega en que siempre seremos los que mejor sabemos vivir, el consumo de coches, viajes, ocio... tuvo un ritmo inusualmente alto, muchas veces apoyado e incentivado por las empresas financieras que nos daban préstamos al consumo hasta para pagar a plazos el cotillón de fin de año (conozco algún caso real en este sentido).
Pues bien, así las cosas, llegó el momento en que todo tenía que quebrar. La quiebra vino acelerada por el cierre del grifo del dinero por parte de los bancos, generada por los excesos habidos en EE.UU. que llevaron a la bancarrota a sonadas empresas financieras, provocando la intervención de los Estados y generando la salida fulgurante de los inversores con el mucho o poco dinero que les podía quedar.
Las consecuencias para España fueron una caida en picado del consumo, dejando a las empresas a dos velas. Se dejaron de comprar bienes de segunda necesidad (automóviles, viajes...), se postergó la compra de vivienda y, como consecuencia, las empresas comenzaron a tambalearse y a cerrar de forma masiva.
En los dos últimos años se fueron al paro más de 2.000.000 de personas, que no es ninguna broma. Pero sobre todo... se fueron al paro muchísimos de los trabajadores
no cualificados que estaban cubriendo las plazas que los españoles no queríamos cubrir por nuestra soberbia. Ahora viene el problema: ¿dónde colocamos a tanta gente y, sobre todo, a gente con tan poca cualificación profesional?
Es de todos conocido que el Gobierno lleva dos años mirando para otro lado, preocupado únicamente de dar cobertura social a los desempleados (que no es poco ni está nada mal), subvencionando sectores particulares para que frenen provisionalmente el despido de personal y aguanten un poquito más (plan E), etc., pero sin abordar el problema principal: dar alternativas reales de trabajo a quien lo necesita. Lo que hemos oido hasta ahora suena muy bien: economía sostenible, inversiones en I+D+i, nuevas tecnologías..., pero todo son cuentos chinos sin un apoyo o una iniciativa real y creíble.
De todos modos vamos a ver una cosa: supongamos que efectivamente encontramos un sector sustitutivo de la construcción para crecer económicamente y que ese sector es uno de los que tanto se habla desde el Gobierno: el de las energías renovables. Ya es mucho suponer, pero como no cuesta trabajo pensar, vamos a hacerlo. ¿Cuánta gente es capaz a absorber un sector tecnológico como este? Recordemos que estos segmentos son capital-intensivos, no trabajo-intensivos. Y aunque lo fueran, aunque realmente tuvieran amplias necesidades de personal, ¿qué tipo de trabajadores precisarían? ¿Nos vale para recolocar al empleado de 50 años que toda la vida trabajó colocando ladrillos? ¿Nos vale para recolocar a la chica dominicana que limpiaba habitaciones en un motel de carretera? ¿nos vale para recolocar a la chica ecuatoriana que cuidaba los niños de una pareja adinerada en Madrid? Este comentario es una exageración de la realidad porque no todos los parados son del perfil comentado, pero no me gustaría que nos quedáramos con la anécdota traida de modo intencionado, sino que viéramos el planteamiento general: tenemos un paro constituido en su gran mayoría por personas poco cualificadas, que provienen de sectores muy intensivos en mano de obra, donde cualquiera valía para poner un ladrillo o hacer una zanja. ¿Tendremos ahora un tejido industrial capaz de integrar a esta gran masa de parados? ¿Serán los sectores tecnológicos capaces de ello? Yo lo dudo mucho.
Vaya lío en el que estamos metidos: queremos ser una potencia económica mundial liderando los sectores mas avanzados (coches eléctricos, aerogeneradores...) pero tenemos más de 4 millones de personas en espera de esos puestos y la gran mayoría no tienen la cualificación necesaria. ¿Cómo vamos a salir de esto? Si alguien tiene la respuesta, por favor que se presente a las elecciones de 2012. De entrada ya cuenta con mi voto y mi apoyo incondicional.